Entrevista a Silvia Martínez Collado

Abril de 2019 · Redacción de la revista impresa
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Elegí estudiar Caminos como primera opción cumplimentando los documentos de la Universidad una vez pasada la Selectividad, no sin sufrir los nervios de pensar que estás decidiendo tu futuro para toda una vida (seguro que a todos os habrá pasado lo mismo). Después de realizar una visita con el Instituto, una vocecita dentro de mí tenía claro que quería estudiar en la UPV una ingeniería; dándoseme bien las matemáticas y las físicas en Ciencias puras, es lo que te suelen aconsejar. Además, mi curiosidad por las construcciones y, en particular, el mar, me apasionaron desde niña. No obstante, los sentimientos de ¿por qué no elegí otra cosa? llegaron a mi cabeza más de una noche previa a exámenes, cuando no ves tu nombre en la lista del tablón de “los 20 elegidos de Antonino para compensar parcial de M1” o cuando te pasas el verano yendo a la biblioteca mientras tus amigos del cole quedan para ir a la playa. Eso por mencionar algunos momentos, porque fueron muchos, no os quiero engañar. Hoy puedo tomármelo con humor, pero entonces no podías relati- vizar. Cuando los resultados no son los que esperas y se tuercen tus planes, las fuerzas flaquean y has de encontrar motivaciones de superación para se- guir adelante con tus sueños. Y quizá eso sea lo más importante y útil que he aprendido de la escuela, donde me facilitaron todas esas herramientas casi sin darme ni cuenta. Por supuesto que TOOOODO lo demás que nos enseñan en las asignaturas es supernecesario para ejercer nuestra profesión, pero si de algo podemos presumir los I. Civiles es de que nunca nos damos por vencidos.

He tenido bastante suerte en general y he ido encadenando trabajos casi por casualidad. Empecé muy cerca de la escuela, en el Laboratorio de Puertos y Costas. Hoy lo considero un trabajo, pero entonces no me lo creí y sin darme cuenta comenzó mi formación profesional de la mano de profesores, colegas becarios y mecenas doctorandos. Aprendí mucho y disfruté aún más, descubriendo el valor de la investigación en un sector tan anclado en lo tradicional como es el nuestro. Los horizontes profesionales se me abrieron con una llamada de teléfono de un amigo compañero de especialidad del bloque de intensificación portuaria (Félix un abrazo enorme si lees esto). Él cambiaba de puesto a obra y necesitaban cubrir su perfil en oficina. Con una entrevista de por medio con sus jefes y una promesa de esperarme a que terminara de presentar y leer mi PFC comenzó mi andadura en la empresa valenciana portuaria más importante que había entonces. Esto fue una motivación extra durante los últimos meses de la beca, pero también una difícil despedida de la que había sido mi casa tantos años y donde había sido y seguía siendo tan feliz. Parecía que por fin echaba raíces en un lugar y de repente debía arrancarlas. Pero había tomado la decisión, me había comprometido con aquellos señores y no podía defraudarlos.

Así que cambié la mochila de libros por un bolígrafo de la suerte y una mente llena de ilusiones para embarcarme en una aventura apasionante. Los primeros años fueron fantásticos, los recuerdo con mucho cariño porque cada día aprendía cosas nuevas, el ambiente en la oficina era genial y, pese a las jornadas interminables, el equipo se implicaba al máximo y empezaron a materializarse los éxitos con adjudicaciones. Mi responsabilidad no llegaba más allá de hacer bien lo que mi jefe me pedía y quitarle carga laboral. Salía de la oficina y desconectaba rápidamente tomando algo con las amigas por ahí, haciendo deporte o simplemente quedándome en el sofá a ver una peli con pizza y papas sin preocupación alguna. Y pensaba: “¡Qué bien se está sin estudiar y sin hacer exámenes! Por fin no me siento culpable de estar perdiendo el tiempo mirando la TV en lugar de estar frente a los libros”. Por aquel entonces, aún compartía el piso de estudiantes en Blasco Ibáñez y al menos los fines de semana y las noches me seguía embadurnando del ambiente
universitario. Pero esa vida de “millonaria” con sueldo “mileurista” tenía los días contados. Y a veces me pregunto por qué… ¿porque tenemos ambiciones (¡no fue mi caso!) ¿porque nos dejamos llevar por la corriente? ¿Porque no tomamos las riendas de nuestro propio destino? Muchas veces sigo diciendo de broma: “Me gustaría tener una tienda
para poder abrir y cerrar a un horario fijo y no llevarme el trabajo a casa sino des- conectar cuando bajo la persiana” . Me he dado cuenta que los que no desconec- tamos no es por el tipo de trabajo sino por cómo somos. La empresa fue creciendo y se abrieron más delegaciones y departamentos. A mi jefe lo ascendieron y en su lugar me pusieron a mí (¡inconscientes! ¡si yo todavía estaba formándome!).

Y estando en su puesto me di cuenta de todo. Él fue mi mentor, todo lo que sé se lo debo a él. Gracias Gabi por enseñarme la importancia del compañerismo, el apoyo incondicional y dar forma con toda tu paciencia al ojo crítico con afán de superación sobre uno mismo. Empezaba otra etapa fascinante casi sin quererlo desde otro punto de vista bien distinto y también un periodo agotador (digamos todo, los pros y los contras). Logramos aportar cosas importantes a la empresa y contribuir a su crecimiento, nacional e internacional. Entre medias, me mudé del piso de estudiantes a un piso con mi novio, me casé, tuve dos gatas (la parte de los hijos todavía no viene). Y hasta nos mudamos todos (marido y gatas) a Madrid. En lo profesional fue inmejorable la progresión año tras año. Cuando parecía que habías tocado techo, surgían nuevos retos y ¡hasta tuve la suerte de volver a la UPV al mismo laboratorio y con los mismos profesores colaborando en I+D+i! Fue un auténtico lujo poder trabajar cuatro años codo con codo desde el otro lado. Y llegó la tremenda crisis que todos recordáis, no voy a decir de repente, pero sí demasiado rápido, llevándose mucho y a muchos por delante. La empresa empezó a ir mal, tanto económica como internamente, el ambiente en la oficina se estropeó, la gente dejó de estar implicada y el círculo vicioso sólo fue a peor.

Fueron un par de años agonizantes llenos de dudas, malsabores, cabezas frías y corazones calientes. ¡Pero de todo se aprende! Y de los fracasos casi que más que de los éxitos, se lo habréis oído hablar a mucha gente y es la pura verdad: es mucho más importante saber lo que NO quieres hacer. El daño fue tal que allá donde un ICCP o un ITOP fuera a pedir un préstamo al banco, un trabajo de cocinero o una participación en una tertulia, se le juzgaba de corrupto y culpable de la situación económica del país. Mucha gente que quiso dedicarse a otros sectores distintos del de la construcción fueron repudiados como si llevaran la peste, (¡no voy a aburriros con un análisis financiero de la situación vivida, porque esto daría mucho de qué hablar!) Pero si algo nos caracteriza es nuestra capacidad de reinventarnos, de sacar recursos donde no los hay, de creer que se abre una puerta y una solución a un problema cuando todas parecen cerradas…

Y llegó mi oportunidad de marcharme fuera de España y la cogí (no sin dudas, pero sí con ganas). Nos mudamos a Inglaterra (esta vez solo marido, las gatas no pudieron venir) a una empresa dragadora con muy buenos equipos capaces de hacer grandes obras y competir con los mejores. Participé en primera línea desde las fases de diseño en proyectos hasta ver culminada la ejecución en obra. Encajé en un equipo multidisciplinar de más de 50 técnicos de distintas nacionalidades y pude comprobar que todos tenemos algo que aportar y que juntos se enriquecen más los logros. Fue una experiencia 100% recomendable: en lo profesional porque vi otro punto de vista de hacer negocios, comprobé la eficacia y productividad en todo su amplio rango y entendí la importancia de un MBA cuando te involucras en decisiones de dirección empresarial. En lo personal también recibí recompensa: hice muy buenos amigos, mi marido pudo cursar un máster universitario y mejorar su CV, gané dominio en el inglés y descubrí la importancia del balance personal, cosa que durante tantos años en España no me había parado a pensar. Todo mi esfuerzo y dedicación, mi preocupación día y noche, incluso fines de semana, había sido por y para la empresa, por supuesto también somos egoístas porque lo que dedicas a la empresa te lo dedicas a ti, a seguir creciendo como profesional. Pero sin tiempo para disfrutar, ¿realmente merece la pena? Con una buena planificación y una jornada más compatible y conciliadora, todo es más fácil y el personal rinde mucho mejor. Y enton- ces llegó el Brexit y se empezaron a torcer los planes (ningún país es perfecto). La empresa flaqueó y con un pequeñín a punto de nacer decidimos aprovechar el parón de la maternidad para tomar aire. Mientras tanto, recibí más ofertas de trabajo en empresas inglesas que en toda mi vida, el dueño pensaba que no volvía porque no estaba a gusto en la oficina y trató de ayudarme con sus contactos, pero de nuevo lo tenía claro: era momento para dedicármelo a mí, debía ser egoísta por un instante y pensar en mi bebé que me necesitaba más que nadie ni nada. Y en el fondo agradecí poder coger las riendas de mi carrera profesional desde la tranquilidad de una vida caótica sin horarios. ¡Podía hacer lo que quisiera! ¡Hasta hacer oposiciones o ampliar estudios! Bastantes meses después, tomé la decisión de emprender el fascinante camino del autónomo (los que nunca nos ponemos enfermos y tampoco tenemos vacaciones) y hoy no puedo más que celebrar lo decidido porque nuevamente oteo un horizonte lleno de rutas y puedo disfrutar al mismo tiempo de la travesía. Hemos empezado a ir a la piscina con el pequeño y con mucha ilusión todos los sábados entramos en un edificio azul que se sitúa en frente del laboratorio de puertos donde todo empezó. Desde la lejanía, descubrimos sobre el césped una enorme pieza a escala real que ha estado presente en muchas de las empresas con las que he trabajado. Las vueltas que da la vida…. las raíces no las había arrancado… seguían aquí…. donde pasé tantos años… y donde siempre quiero volver…

PD 1: No soy quién para dar consejos y nunca me ha gustado (ni darlos ni que me los den), pero si alguien me preguntara por uno, sólo diría: “Déjate llevar por tus sentimientos. Nadie te conoce mejor que tú mis- mo y ser feliz con sus decisiones es lo mejor que te puede pasar”. Bueno, y ya que estamos, una segunda recomendación: “¡Viajar! ¡Sacad tiempo de donde podáis para ello! ¡Y si puede ser cursando estudios aún mejor! Beca ERASMUS, IASTE o lo que se preste .
PD 2: Enhorabuena Christian y equipo por dedicar durante los estudios parte de vuestro valioso tiempo en sacar adelante propuestas tan interesantes como esta revista. ¡Y muchas gracias por ofrecerme un hueco! ¡Os deseo lo mejor!


Sobre el autor:

Redacción de la revista impresa

Este artículo fue escrito por el equipo de la revista impresa, compuesto por Christian Arnal, Anna Rodríguez, Álvaro Ibáñez, Alejandro Sánchez y Ángel Simarro.